"La imaginación está hecha de convenciones de la memoria. Si yo no tuviera memoria no podría imaginar". Jorge Luis Borges

lunes, 20 de marzo de 2017

Palos y Olavarría

Un boceto de Roque Vega
 PALOS Y OLAVARRIA
A Cacho Castellano, por todo lo compartido.
Roque Vega

Andrés, el murguista, recostado a la puerta del Roma observa las mudas carcajadas de los mascarones; acariciados por la última luna de carnaval.
             Repique de tambores llegan del otro extremo de la madrugada…  Ecos de Juventud Oriente, Los Farristas, vienen de allá, donde  coloreadas bombitas se trasnochan en la lejanía del recuerdo.
            Tumulto, risas y  aplausos traspasando los bordes de la carnavalera alegría. Corren los chiquilines detrás de la murga. Brilla El Trapito sobre el tablado de Palos y Olavarría…
             Los pardos ojos del murguista se posan sobre la azul mirada de la princesa que  sonríe entre cantos y aplausos ¡Él sabe que lo espera! ¡Lo prometió! ¡El carnaval será perfecto junto a ella! ¡Solo resta el corso al  otro extremo de Brown!  
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 Bailaron, juramentos y promesas. Junto a la escalera  el primer beso. La retuvo contra su pecho. El amanecer los encontró abrazados. Cuando el escondido amor de conventillo en aquel  lejano carnaval

Dos rayos de luna  se filtran  entre los mascarones, que extasiados, siguen la danza de un puñado de serpentina.
             la murga se despide…:   - ¡Mañana princesa, mañana por la tarde en el Roma!
¡La espera fue inútil! Ahora, la ausencia se  recuesta a la sombra de aquel lejano carnaval!...
                ¡Ya regreso princesa! Ella asiente con una sonrisa.
                - ¡Ya regreso¡  Desea un eterno carnaval en los brazos de su princesa! ¡Quiere soñarla cada noche!
                   ¡Estaba allí! ¡Allí junto al tablado!
                    Agita la mirada, apriete  las manos. Se silencia  el carnaval al verla alejarse del brazo de ese hombre.
                  -¡Princesa!  Grita abriéndose paso entre la gente. -¡Princesa! ¡Quiero  hundirme en el mágico azul de tu mirada!  
El murguista  estira los brazos. Se desvanece la barriera luna, intenta retener la noche...en aquella carnavalera promesa de conventillo. 
Giran en su mente repique de tambores… Los nenes de Suarez y Caboto, La verdurita, Los linyeras…
La delgada línea del horizonte destiñe la noche, dando paso al amanecer  del miércoles de cenizas murmurando una historia: 
¡Carnaval en La Boca! ¡Serpentina, agua perfumada, risas y canto!
¡El trapito sobre el tablado!
¡Ríen los mascarones cuando la princesa de un amor de conventillo, se acerca al escenario quitándose el anillo
 ¡Abriendo los brazos lo llama! ¡Se acerca al murguista! ¡Quiere seguirlo  por las veredas del carnaval! ¡Correr detrás  de esta quimera!
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 ¡Irse con él! ¡Sabe que es una locura! ¡Sabe que no puede, no debe hacerlo, pero es más fuerte el deseo de besarlo olvidando todo!  ¡Quiere soñar, al igual que él, la realidad de aquel amor en el convento!   ¡Soñarlo de escenario  en  escenario y ella por detrás, sonriendo al saludo del sombrero!
Es madrugada.  
Andrés, el murguista, apoyado a la puerta del Roma, sabe que la esquina del tablado, Palos y Olavarría, es solo un trasnochado callejón.

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